LAS DOS ORILLAS DEL DESEO
La pintura es poesía muda. Leonardo Da Vinci
José Ramón Morales nos acerca a su pintura por el puente sólido entre sus
manos y el corazón maduro del artista.
A través de La Habana Vieja que trajo en su equipaje, los abismos, los valses
y la radio de las casonas coloniales, nos conduce por el laberinto
sencillo y doloroso de una obra ejecutada con la memoria y la complicidad
de un pueblo que se marchó para quedarse. Es para Morales la nostalgia; una paleta de colores libres, sin los excesos de quien
nos quiere deslumbrar. Tan solo quiere entreabrir la puerta y mostrarnos sus cuadros pintados con la mente y el pensamiento
del blanco, del sepia, de la nube que nos devuelve la llovizna de la infancia. También están los abismos del destierro, los
desencuentros y el manto del pudor (como las dos orillas del deseo). Este pintor ejecuta sus obras con manos de escultor,
en sus cuadros las texturas presagian sus estados de ánimo o mejor el “estado de gracia” que lo domina y nos devuelve
en su pintura como un canto rodado o los adoquines del Callejón del Chorro y San Ignacio. Todas sus pinceladas están animadas
por un símbolo insular y solitario, que nos compromete con la sabiduría de la creación desde su alma.
Josevelio Rodríguez Abreu
Mayo 24/2007
Miami